viernes, 26 de noviembre de 2010

No confunda gordura con hinchazón


Haciendo uso del Gataflorismo que se les adjudica a las mujeres y aún corriendo el riesgo de quedar como una histérica que no hay “P…” le venga bien, por mi post anterior “A ver un asiento para señora por favor”, lo voy a gritar a los 4 vientos: BASTA de cederme el asiento en el bondi/subte! Señor/a pasajero/a: No estoy embarazada, estoy gorda! Desafío a los más de 10 personas que durante toda esta semana me taladraron con sus invitaciones a subir 13 kilos en 9 meses y bajarlos en 4!
¿Es necesario que cada vez que una cambia de estado suba al medio de transporte con una pancarta naranja que identifique su situación de gravidez? ¿Es tan difícil comunicarse entre seres humanos? Estoy repodrida de tener que responderle “No gracias” a los que casi con vos de madre mandona te dicen: “Sentate por favor!” Y sobretodo hay gente sorda o estúpida. Porque si le dije que NO al señor que se sienta al lado tuyo, ¿porque vos 15 minutos después insistís con me siente? ¿Acaso tu asiento es más mullido? ¿O es sólo para avergonzarme con todos los que no me escucharon la primera vez que dije "No estoy embarazada, gracias"?
Pero volviendo a la contradicción de ambos posts. A ver si entiendo su lógica. Una panza de 5 meses, con unos 4/5 kilitos de más SÍ merece un asiento, ya sea por un futuro bebé, una incontrolable adicción al helado, un atracón de fin de semana, o una convención de pedos! Pero bajo ningún concepto, una desbordada panza de 9 meses y medio NO lo merece? Nah! Claro, seguro que a más panza, más equilibrio, por lo tanto, menos probabilidad de caerse, sobretodo en un 60 con 20 minutos de atraso!
Creo que después de tantos viajes saqué una conclusión. Me voy a tomar sólo bondis/subtes vacíos así me siento y nadie me dice lo que tengo que hacer, o le doy bola a Lita de Lazzari y camino, señoras ca-mi-no!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El oficio de ser mamá


Hace 4 meses, 19 días y 5 horas que la llegada de Joaquín agregó un nuevo título a mi vida: mamá. Lo primero que sentí creo que aún hoy no lo puedo explicar. Una mezcla de felicidad con cagazo. Un millón de ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo lo agarro para no desnucarlo? ¿ 7 veces al día hay que darle teta? ¿De veras sólo duerme 3 horas seguidas? ¿Cómo lo limpio antes de ponerle el pañal?
Y ahí la felicidad se te va mezclando con la lista interminable de consejos de la puericultura, que ya va por el 5to tip de lactancia y vos ya no te acordás del 1ero. Ella se va y cae la médica de guardia que te dice cómo tenés que lavarte los puntos y cuidarte los pechos. Otros 10 tips que no se te tienen que mezclar con los anteriores. La puerta se abre una vez más y por fin entra la de la Nursery que viene a rescatar a la criatura. Vos la llamaste porque el bebe no dejaba de llorar y no sabías porqué. Ella muy suelta de cuerpo te dice “Tiene hambre” mientras el bebe abre y cierra su boquita sobre su dedo índice, al mejor estilo pac-man. Ah! Y lo mejor: el puerperio comienza a manifestarse en tu carácter: no sólo te sentís la peor madre del mundo por matar de hambre al recién nacido, sino que además, sentís que ni siquiera lo conocés un poquitito para saber qué le pasa. Horrible.
¿Viste qué poco te dejaron disfrutar tu felicidad? Y aprovechá mientras estés en la clínica. Porque cuando llegues a tu casa no va a haber enfermeras que te lo hagan dormir, ni puericultora que te saque leche para después y menos un médico que le calme el llanto con originales posturas brazos. ¿Algún consejo? Sí. No sigas ningún consejo y entrá en armonía con el cosmos. Porque como diría Víctor Sueyro en los 80s por Telefé, “esto, recién empieza!!!”