
Lo
que sí recuerdo es que a la semana, estaba 100% convencida de que no
sería tan pronto. Pero después de tanto tiempo una se olvida de las
noches en vela, la teta cada 2 horas y media y los murales de puré
en las paredes, porque lo que permanece en la memoria son las
sonrisas, los abracitos, y los dulces mamá que nos despiertan cada
día. A la par, sentimos que a lo lejos suena virtualmente el reloj
biológico en nuestra cabeza cuando soplamos las 35 velitas, y
mbue... nos lo planteamos de otra manera.
Y
recordando esta sentencia, viendo a Joaco jugando solo en su cuarto,
rememorando viejas andanzas con mis dos hermanos y escuchando cada
vez más seguido ese fatal “Y el segundo para cuando” nos
embarcamos inconcientemente en la búsqueda del famoso hermanito.
Esta vez mucho más relajados, suponiendo o vislumbrando que
conocíamos por lo que íbamos a pasar y por supuesto queriendo que
Joaco disfrutara de esa maravillosa sensación de tener un hermano.
Un amigo, confidente, compañero de vida. Alguien con quien charlar
antes de dormir. Quien te haga un lugarcito en la cama cuando hay
tormenta. Alguien a quien pasarle la ropa. Con quien aprender a
compartir los juguetes, los amigos, los padres. Y a este punto va el
post.
Porque
si bien todos te cuentan de los celos que van a surgir entre
hermanos, jamás pensé que fuera tan pronto. Antes de mirar el
resultado del Evatest, Joaco ya estaba insoportable. Se convirtió en
un ataque de nervios permanente. Un pegoteo desmesurado conmigo. Unas
patadas o manotazos a la panza cada vez que puede. Es más, si fuera
nena creería que le vino o le está por venir, porque le surjen de
la nada unos altibajos emocionales, típicos del prototipo de mujer
histérica. En segundos y sin motivo aparente se largan un llanto
propio de un golpazo y al toque por la misma razón (o sea ninguna)
se matan de risa.
Esta
situación me llevó a reflexionar sobre cómo serían los primeros
días del/la segund@ -al día de hoy no sabemos qué será- . ¿Te
diste cuenta que el segundo ya tiene competencia antes de conocer el
mundo? Encima, no se le presta ni la mitad de atención que al
primero. Yo personalmente, no leo cada noche el diario de un embarazo
para ver qué le pasó hoy. Ni le ponemos música tan seguido. Ni
sigo la dieta como antes. Y aunque trato de caminar siempre que
puedo, no hago gimnasia como antes. Además de tener que levantar a
Joaco cuando se empaca. Y tantos “ys”... que me ataca la culpa y
siempre que puedo trato de ser ecuánime. Sobretodo porque yo siempre
me quejé de esa desigualdad entre el primero y el segundo. Pero es
casi imposible. El de afuera demanda como si supiera que se le
termina el reino pronto. Y el/la de adentro ni se imagina lo que le
espera. Una vida plagada de comparaciones “Es más largo, gordo,
lindo, tranquilo... y demás guachadas... que Joaco”, un
guardarropas de feria americana (incluso si es nena), un carrito,
huevito, cuna y hasta juguetes usados... ¿A los cuantos meses conoce
“el olorcito a nuevo”?
Ahora,
si los médicos saben que a los chicos de 2 les cuesta este tema, me
podés explicar ¿porque demonios te joden para que tengas otro a los
2? Obvio ¡¡Para joderte la vida!! Porque ellos lo traen al mundo
pero el que se lo banca todos los días sos vos. ¿Cómo harán esas
mega familias que se les ocurre tener 5, 6, 7 y hasta 8 pibes? ¿Tan
masoquistas son? ¿Será verdad que del tercero en adelante se cría
solo? ¿Hay una edad óptima para tener al segundo? Yo ya estoy al
horno, pero por si te sirve te cuento. Muchos artículos de internet
dicen que lo mejor es antes de los 2. Pero con lo que me costó a mi
adaptarme a esta nueva vida, esa no era opción. Otras mamás que de
2 a 4 está bueno para que jueguen juntos y compartan más cosas. Pero
bancate la época de los berrinches de los 2. Porque con un embarazo
le estás dando una razón más que valedera para que se encapriche
con pavadas. La
última es que sean más grandes y probablemente te pidan ellos un
hermanito. Aunque indefectiblemente surgirán los celos en algún
momento.
En
síntesis, “si
te gusta el durazno, bancate la pelusa.”
No leas tanto, ni te informes en demasía, ni le rompas tanto al
pediatra, la maestra y el obstetra con preguntas sin respuesta.
Recordá a aquellas madres inmigrantes de principios de 1900 que
tenían entre 10 y 13 hijos. Seguro que jamás se plantearon todo
esto. ¡Y sobrevivieron!