jueves, 16 de junio de 2011

Mamá manca


Por si nadie reparó en este pequeño detalle, en más de una ocasión una madre se ve obligada a sacrificar un brazo a la tenencia de su hijo para que éste no llore (y le llene la fuente de ravioles a toodo el edificio) sin dejar de hacer otras mil cosas más. Por consiguiente, tiene que aprender a ser manca, o peor que eso porque la criaturita que se apodera de tu brazo no es un sachet de leche que podés dominar con 2 o 3 dedos. Son 10 kilitos o más que se mueven de un lado al otro según las motivaciones que el mundo le presente.
Por ejemplo, supe escuchar a cierta madre (jamás develaremos su identidad, pero es lectora! -Guiño, guiño-) que usaba la mochila portabebe dentro de la casa para llevar a su hija en la espalda y poder seguir con los quehaceres del hogar, sin tener su llanto como música funcional. Otros, prefieren usar el carrito para similar aplicación, pero para evitar el llanto de la criatura lo entretienen con el famoso jueguito “Donde está tomi”. Finalmente las loosers como yo, creemos que nuestro hijo es tan único que va a obedecer nuestras órdenes, sin tener que llegar a estos extremos. Mbue, ¡CUAN EQUIVOCADA ESTABA!
El otro día tuve la pésima idea de ir 5 minutos a la cocina, para buscarle un postrecito a Joaco y no me pregunten cómo (porque estaba recontra atado) pero el enano hizo la gran Houdini, se deslizó entre las ataduras, se paró y se cayó desde la sillita de comer al piso. Lo encontré boca abajo llorando como Magdalena. Lo empecé a rotar como mapa de extranjero recién llegado, y nada che. Ni chichón, ni raspón, ni rojo, ni negro, ni nada que me indique dónde ponerle el gel frío que me estaba durmiendo la mano! En fin. Pasaron los días y Joaco se convirtió en Super Joaco y su madre -además de super idiota-, se convirtió en la primera mujer-antena que hace la parabólica humana para darle la cena. ¿Te lo visualizo? Con un brazo sostenés al mastodonte. Con el que te queda sacás la mamadera del esterilizador. La abrís (sosteniendo la mamadera con tus rodillas, y desenroscando la tapa con la mano libre) dejás la tapa sobre la mesada. Abrís la heladera, sacás el jugo, cargás la mamdera ¡y primera misión cumplida! Vamos por la cena. Abrís el freezer, sacás el tupper, lo ponés a descongelar en el microondas. Ahí el Quiqui empieza a jugar con el cable del portero. Entonces lo llevás hasta la alacena y sacás el platito. ¡Triing! Sale la morfi directo al platito (ahí es cuando el Quiqui se desespera y se tira hacia la comida). Como podés, le das juguito para que afloje ¡con la misma mano que lo sostenés! Porque con la otra, agarrás el plato, el postre y las cucharitas, el babero lo llevás entre los dientes, las servilletas bajo el brazo libre, y con todo eso, sin que deje de tomar lo sentás, atás y voilá… a cenar! AH! Del salpicré de zapallo de las paredes hablamos en otro post! ajajaja

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